Editorial
Esta semana Israel siguió bombardeando Gaza y asesinando civiles inocentes. Su ejército sigue bloqueando la franja por tierra, agua y mar en un permanente esfuerzo por asfixiar a la población. Mientras tanto, el pesidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, exhibe sin pudor su vocación entreguista culpando de la masacre a la resistencia.
Una vez más quedó demostrado que los acuerdos de Oslo no fueron más que un fiasco y una oportunidad de enriquecimiento para los corruptos dirigentes de la OLP.
Los más de siete millones de refugiados palestinos deben poder regresar a la tierra de donde fueron violentamente expulsados y el racista y militarizado estado de Israel, con sus dos ghetos palestinos, debe desaparecer y dar lugar a una Palestina pluriétnica, laica, democrática y no racista.
Israel: historia de una colonización
Gabriel Zadunaisky y Roberto Fanjul
De 1948 a la fecha Israel tiene la costumbre de destuir casas en territorio palestino,
asesinando a sus moradores si es preciso, para robar la propiedad y asentar en ella a "colonos" sionistas.
En 2003 Rachel Carrie, una estudiante estadounidense de 23, fue asesinada con un bulldozer como el que se muestra en la foto.
El mito del Pueblo Judío
Según los sionistas, el pueblo judío, dispersado por la ocupación romana de Palestina, habría deseado constantemente volver a esa tierra, a la cual tienen más derecho que nadie, según la Biblia. Consideran a los judíos que hay por todo el mundo descendientes directos de Abraham, del primitivo pueblo hebreo que habitaba Palestina.
Esta ideología sobre el origen y solución del problema judío no resiste el menor examen científico. Durante la Edad Media en Europa y en las sociedades precapitalistas, los judíos constituyeron un "pueblo clase" encargado del comercio y las actividades financieras. Sobre esa base se dieron su propia religión, tradiciones y costumbres. La historia conoce numerosos casos de conversión, a veces masiva, al judaísmo. Por tanto, no existe la llamada unidad racial judía. Existían judíos de raza mongólica en el Dayhestan, judíos negros en Etiopía, judíos de origen eslavo en Europa Oriental, etc.
Al desarrollarse el capitalismo, las bases económicas que permitían su existencia como pueblo clase se disolvieron. Una gran cantidad de judíos en todo el mundo terminaron asimilándose. Dentro de los judíos se presentaron diferenciaciones sociales. Unos cuantos formaron parte de la burguesía; la mayoría pasaron a las filas del proletariado. Al llegar el capitalismo a su fase decadente, imperialista, en Europa existían masas de judíos depauperados o directamente desocupados, que empezaban a ver en los partidos socialistas la solución a sus problemas. Numerosos y brillantes marxistas tienen origen judío como Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Rosa Luxemburgo, Radek, etc. En el otro polo estaban los grandes burgueses judíos como los Rothschild, el Barón Hirsh, etc.
uniéndose al pueblo catalán en su lucha contra el fascismo (1936).
En esta época se iniciaron las soluciones colonialistas a los problemas sociales en Europa. El inglés Cecil Rhodes organizó la emigración de miles de europeos miserables al África donde despojaron a los indígenas de sus territorios para fundar Rhodesia. Un origen similar tiene el Estado de Sudáfrica. Era el momento en que podía nacer el sionismo, es decir, la solución burguesa, imperialista, al problema judío, que preconiza el retorno del pueblo judío a Palestina. A la burguesía convenía que los humildes y desesperados sastres, buhoneros y desocupados de Varsovia fueran fletados para Tierra Santa. La aparición del sionismo durante la época imperialista explica también por qué durante dos mil años los judíos no intentaron regresar a Palestina, a pesar de que hubieran tenido muy buenas posibilidades de hacerlo, especialmente durante la Edad Media, cuando gozaron de una posición privilegiada en el mundo árabe y eran muy buenas sus relaciones con el Islam.
Teodoro Herzl, el fundador y primer promotor del sionismo buscó apoyo para su proyecto precisamente en los gobernantes imperialistas. Se dirigió al Zar, al Káiser, al sultán del Imperio turco y a Inglaterra. En la mayoría de los casos fue bien recibido, inclusive por el zarismo que se caracterizó por su represión constante a los judíos rusos. Se le llegó a ofrecer colonizar Uganda o el Sinaí egipcio. En 1917, para entonces muerto Herzl, pero organizado el movimiento sionista, Inglaterra emitió la siguiente declaración: "El gobierno de Su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y empleará sus mejores esfuerzos en la realización de su objetivo". La Organización Sionista contestó: "Confiamos nuestro destino sionista al Foreing Office (Ministerio de Relaciones Exteriores inglés) y al Gabinete de Guerra Imperial, en la esperanza de que serán considerados a la luz de los intereses imperiales".
Pero el sionismo no sólo buscaba apartar a las masas judías de la revolución. Se proponía la creación del Estado de Israel en Palestina, que estaba ocupada por otro pueblo. Despojando a un pueblo se buscaba la existencia de otro. Eso sólo tiene un nombre: colonialismo. La Organización de la Naciones Unidas serviría para darle legalidad mundial: en 1947 resolvió la partición de Palestina en un Estado de Israel y uno Palestino. La URSS, en esos momentos gobernada por Stalín, apoyó la resolución. El delegado de Stalin, Andrei Gromyko reprobó a los árabes que se oponían al despojo y calificó al sionismo como un movimiento de liberación nacional. Esta traición de la burocracia de la URSS se completó con su apoyo a Israel en la guerra contra cinco Estados árabes. El Estado de Israel nació así bajo la bendición del imperialismo y el stalinismo negando los derechos nacionales y democráticos del pueblo palestino, que terminó expulsado de su territorio o quedando como extranjero en su propia tierra.
El expansionismo sionista
El expansionismo sionista empezaría inmediatamente. Menahem Beguin, actual gobernante israelí (1982), al frente de un grupo armado sionista, con métodos fascistas expulsó a un millón de palestinos de su tierra. Mediante un pacto entre Golda Meir -israelí- y Abdullah, gobernante árabe traidor a los palestinos, se repartieron el resto de Palestina. El Estado de Israel extendió su superficie más allá de las fronteras señaladas en el mapa de partición de las Naciones Unidas. El expansionismo sionista no se ha detenido. Su pretensión es, según Ben Gurión, el fundador del Estado de Israel, "construir el Gran Israel desde el Nilo al Eufrates".
Cabeza de puente del Imperialismo en el Mundo Árabe
El Estado de Israel es colonial, racista y el gendarme contra la revolución árabe. Está en una de las zonas petroleras más ricas en todo el mundo. Dentro de Israel la legislación es antiárabe, permitiendo se cometa cualquier discriminación, despojo o arbitrariedad contra los palestinos que aún quedan ahí.
Israel ha salido junto con el imperialismo a aplastar cualquier intento de liberación nacional de los árabes. Cuando Gamel Nasser al frente de Egipto nacionalizó a una compañía anglo- francesa el Canal de Suez, Israel lo atacó y participó en la matanza de miles de árabes. También apoyaron a Francia contra los revolucionarios argelinos.
Ocupante sionista en su papel de gendármen
Los Acuerdos de Oslo y la Emergencia de Hamas
Otro hito histórico que es necesario conocer para entender la actual guerra de ocupación sionista son los Acuerdos de Oslo que se hicieron públicos el 13 de septiembre de 1993 en una ceremonia en la Casa Blanca. Los firmantes fueron el gobierno Israelí y la Organización de Liberación de Palestina-OLP- (encabezada por el líder palestino de ese entonces, Yasser Arafat).
Aquel día el imperialismo, las burguesías árabes y el sionismo estaban de pláceme. No era para menos. La OLP, la organización palestina que había luchado por la liberación de su pueblo, claudicaba y reconocía en tales Acuerdos que el Estado israelí podía a usurpar su tierra.
Los dirigentes palestinos firmantes de los "Acuerdos de Oslo" los presentaron como la esperanza del retorno a sus hogares de origen de millones de refugiados y como la posibilidad de que contaran con un Estado propio en su tierra. Lamentablemente nada de esto es cierto. Los más de seis millones de palestinos que viven refugiados en los países vecinos no tienen derecho de retornar a su tierra y sólo se promete un mini seudo Estado palestino asentado en el 22 por ciento de la antigua Palestina, entelequia que no tendría derecho a tener ejército ni política exterior propios. Por lo demás, Israel ni siquiera cumplió en estos con retirar sus colonias en Cisjordania y hasta las ha ampliado.
Pero los palestinos sí tienen la obligación de reconocer a Israel, abandonando de esta forma el histórico proyecto palestino de que existiera una sola "Palestina laica, democrática y no racista".
La frustración de esos compromisos y promesas se expresaron en el estallido de la Segunda Intifada del pueblo palestino en septiembre del 2000. Esta rebelión del pueblo desarmado pero decidido a recuperar su tierra y respeto a su dignidad, se prolongó cinco años. En el ínterin se abrió un proceso de cambio de dirección de las masas palestinas. Estas últimas se desencantaron de la dirección que había firmado los Acuerdos. Al mismo tiempo, se fueron definiendo por las direcciones que de alguna manera las ayudaban a su lucha, aun fuera con métodos muchas veces aberrantes. De ese cambio de dirección se han destacado Hamas, Hezbolá y otras direcciones guerrilleras.
La actual ofensiva militar y genocida israelí contra los palestinos que viven en Gaza expresa la verdadera naturaleza de los llamados Acuerdos de Oslo. Estos se presentaron como el camino de la paz y la armonía entre palestinos e israelíes. Sin embargo, en los hechos, construyeron la senda del infierno y del empeoramiento de la guerra como nunca antes.
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